Desde el punto de vista humano, José tenía muchas razones para no perdonar a sus hermanos. A pesar de que en su inocencia de niño y adolescente, les contó los sueños que tenía, fue orgulloso e inmaduro. No obstante, sus hermanos reaccionaron “aborreciéndole” (Gén. 37:4, 5, 8); le tuvieron envidia (Gén. 37:11), conspiraron contra él para matarle (Gén. 37:18), se burlaron de sus sueños (Gén. 37:20) y lo vendieron a unos ismaelitas (Gén. 37:28).
A pesar de esto, su historia destaca el hecho de que “Jehová estaba con él” dondequiera que él estaba y en todo lo que hacía (Gén. 39:2-6). En casa de Potifar, la integridad de José fue probada como el oro: por el fuego. José venció la tentación (Gén. 39:7-12) a pesar de que el costo fue la cárcel. Allí “Jehová estaba con José” (Gén. 39:21-23). No importa el lugar por dónde Dios nos lleve, debemos asegurarnos de que Él esté con nosotros.
En la cárcel, José conoce al copero y al panadero del rey de Egipto (Gén. 40). Allí José les interpreta unos sueños que habían tenido y les declara su futuro. El sueño del panadero implicaba que lo iban a ahorcar y el del copero que iba a regresar a trabajar con Faraón. José le pide al copero que cuando esté en la corte de Faraón se acuerde de él, pero el copero se olvidó de él (Gén. 40.23). La realidad es que el copero lo olvidó hasta que Faraón tuvo su sueño y necesitó de alguien que lo interpretara. El copero recordó a José y se lo recomendó a Faraón. Así llegó José a ser Gobernador de Egipto y se comenzaron a cumplir sus sueños (Gén. 41:37-57).
La historia de los capítulos 42 al 44 de Génesis relata el encuentro de los hermanos de José con él. José no se identificó inmediatamente con ellos como su hermano. Los hizo pasar por varias pruebas hasta que no pudo contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo…y se dio a conocer a sus hermanos (Gén. 45:1). Fue un momento lleno de gritos y lágrimas. Los hermanos de José se turbaron, pues no entendían lo que estaba pasando. José no había olvidado quien él era: “Yo soy José, vuestro hermano” (Gén. 45:4). Tampoco había olvidado su pasado: “el que vendisteis para Egipto” (Gén. 45:4). Pero había cambiado su perspectiva de la vida, gracias al PERDÓN: “…no os entristezcáis, ni os pese haberme vendido acá, porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (Gén. 45.5). Es asombroso lo que el PERDÓN puede lograr en nuestras vidas cuando permitimos que opere en ellas. José les está diciendo: “No se sientan tristes por haberme vendido a los ismaelitas unos años atrás, todo lo que ocurrió es que Dios quiso que yo me les adelantara para preservar su vida frente a la escasez de alimento que iba a haber en la tierra.” EL PERDÓN OCURRIÓ.
El Dr. Ismael López (ya con el Señor) comparte los pasos que deben ocurrir en el proceso del PERDÓN:
1. El primer paso es la aceptación de que la persona está herida acompañado del nacimiento de un profundo deseo de cambio. Muchas veces nuestro orgullo nos impide esta aceptación. No queremos que las cosas cambien.
2. El segundo paso es la sincera expresión y manifestación de los sentimientos ocultos, acompañados por cierto nivel de llanto o lágrimas.
3. El tercer paso es el reemplazo de los sentimientos negativos por sentimientos positivos. El coraje y la ira comienzan a dar paso al cariño y al amor.
4. En el cuarto paso la persona se abre completamente al deseo de perdonar y ser perdonado hasta que éste queda debidamente concretado; el perdón se hace realidad en la vida del individuo. (Ismael López, Consejería del Perdón, 69-70).
Finalmente ocurre una transformación que nos convierte en victoriosos y triunfadores. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). El poder para ser transformados está en la ayuda de Dios a través del Espíritu Santo acompañado de nuestra capacidad para decidir si ejercemos el poder de víctima o el poder del triunfador. Recordemos que siempre el que gana no es el que hiere sino el que PERDONA.