jueves, 31 de octubre de 2013

Martín Lutero y nuestra herencia

Nuestra herencia – Salmo 16:6

5 Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa;
Tú sustentas mi suerte.

6 Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos,
Y es hermosa la heredad que me ha tocado.

Introducción:

Herencia es algo transmitido u obtenido por un predecesor. Es algo transmitido a nosotros por nuestros antepasados. En el caso de la Iglesia son aquellas doctrinas, tradiciones, ejemplos vivenciales y las ricas experiencias de hombres y mujeres, santos y santas, que son los fundadores, los padres y los pioneros de la Iglesia a través de la historia.

La herencia de la Iglesia está empapada con lágrimas, impregnada de sangre y bañada de sufrimiento. Todo aquél que conoce esta herencia debiera unirse a David y decir: “hermosa es la heredad que nos ha tocado”.

Para esto debemos mirar a los eventos del pasado y aprender de ellos. Aunque nadie prefiere vivir en el pasado, no hay duda de que el presente es influenciado por el pasado; y que el pasado nos da una dirección y una perspectiva sobre cómo vivir el futuro. No es que el pasado no nos permita dirigirnos al futuro, sino que el conocimiento del pasado nos ayudará a apreciar y a preservar nuestra herencia.

I. Martín Lutero

Martín Lutero nació en Alemania. Su papá deseaba que fuera abogado. En el 1505, desistió de seguir sus estudios de derecho afectado por la muerte repentina de un amigo y por haberse escapado de ser alcanzado por un rayo. Impulsado por el deseo de salvar su alma, ingresó a un monasterio. Allí bajo la supervisión de Juan Staupitz se destacó en el monasterio. Pero no hallaba paz para su alma, le abrumaba su sentido de pecado.

Comenzó a estudiar los Salmos y se convenció de que la salvación no era por obras y sí en la nueva confianza en las promesas divinas. Cuando estudió a la epístola a los Romanos la confianza se convirtió en convicción.

En 1516, mientras preparaba conferencias de Romanos encontró un texto que cambiaría su vida: Romanos 1:17: “El evangelio de justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: el justo por la fe vivirá.” Comprendió que la salvación no era una obra en la que la persona tenía participación, sino que era un don de Dios. Fue entonces que molesto con la práctica religiosa de su tiempo el 31 de octubre de 1517 colocó en la puerta de la Iglesia de Wittenber sus memorables 95 tesis.

II. Tres puntos básicos de lo que heredamos de la Reforma y de esta acción.

1. La justificación por la fe – Lutero entendió que la salvación no era por obras: rezar en la Iglesia, ayunar, dar limosnas (en aquel tiempo dar limosnas era mejor que la oración), entre otras. No era por indulgencias, pago de dinero para el perdón de pecados). No era en base a méritos humanos, ni cooperación humana, sino por gracia divina. La salvación ocurre cuando se acepta la obra de Cristo en el Calvario por medio de la fe. Es por medio de la fe en Cristo que Dios nos imputa (aplica) Su justicia y nos garantiza vida eterna. Comenzamos a disfrutar de derechos que no teníamos: somos hechos hijos e hijas de Dios. Tenemos paz para con Dios (Romanos 5:1). Tenemos esperanza eterna. Una persona pecadora o injusta es transformada en una santa y justa.

2. El sacerdocio de todos los santos - No hacen falta ritos, ceremonias, sacerdotes, intercesores ni santos. Toda persona tiene derecho y acceso a acercarse a Dios y el privilegio de interceder en oración por otros. La Iglesia no es una simple institución; es el Cuerpo de Cristo, donde cada creyente tiene la responsabilidad y una tarea que realizar para la edificación de la Iglesia.

3. La Palabra de Dios como única autoridad – La Iglesia volvió a leer la Biblia y a verla como la Palabra de Dios. Se sacó de los monasterios y se puso en las manos del pueblo. Nada es superior en la Iglesia a la Palabra de Dios; ni el Papa, ni concilios, ni credos, ni dogmas. En la Iglesia y el culto no se puede tolerar nada que no pueda ser probado por la Palabra de Dios.

III. ¿Cómo son las personas que reciben esta herencia?

1. Son reaccionarios a los falsos maestros y conceptos de nuestro tiempo.

2. Toman en serio la herencia (el legado).

3. Tienen fe en Dios.

4. Responden con valor al desafío de su época, diciéndole sí a Dios para poner vallado entre Dios y el hombre.

5. Tiene la determinación profunda de hacer la voluntad de Dios.

6. Saben la hora en la que están viviendo y las demandas que la Iglesia y su tiempo les imponen.

7. Le dicen a Dios: “Heme aquí, envíame a mí”. Heme aquí, cuenta conmigo.





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